En plena Semana Santa, el Grupo de Teatro Bohemios, avanza
lentamente por las calles de Ciudad Real, al ritmo de los tambores, camino del
Centro de Adultos Antonio Gala. Va a dar comienzo otro alocado día de ensayo.
Pi, la directora, va la primera, guiando a sus actores. Tras ella, Esther, con
paso firme y pausado, arrastrando un carrito de la compra donde va subido José,
que no quiere bajar de la silla; les sigue Manuel, con un guante de boxeo en la
mano derecha, cubriendo su dedo anular pidiendo un donut; Paco tras él,
llevando a costal a Prado. Una Prado con resaca, con los brazos caídos y los
ojos cerrados. No sabemos lo que le pasó la noche anterior, pero aquella tarde
de procesiones, al verla de esa guisa, a Javier se le ocurrió la idea de
sacarla en procesión, y Chari decidió enfundarse un tambor, y marcar el paso
del pobre Paco, cargando a cuestas a esa Prado en posición yacente. La Prado Yacente, ya la
llaman algunos. La procesión Bohemia, pasa junto a un parque, donde una anciana
señora que estaba haciendo punto, deja el ovillo de lana a su lado, para
intentar levantarse del banco. Le agradecen el detalle, todos la miran con pena
y alegría. Y la anciana señora, coge fuerzas de donde ya no las tiene, y se
arranca con una saeta. La procesión se frena, y Paco comienza a bailar a la Prado Yacente. Chari, marca el
ritmo con las notas pausadas y continuas del tambor. La saeta dice así:
Ajaiiii, la Prado Yacente, Ajaiiii,
se me sitúa enfrenteeeee, Ajaiiii.
Ajaiiii, a cuestas de Pacooo, Ajaiiii,
de Paco, Paquito, Pacooooo, Ajaiiii.
Ajaiiii, no se da cuenta del peso, Ajaiiii,
tengo ganas de comer un queso, Ajaiiii.
Ajaiiii, y la Prado Yancente,
resacosaaaaaaaaaa, Ajaiiii,
Ajaiiii, Ajaiiii, yaaaa seee despeeeertaaaarááááááááááá.
¡Ole! Le grita el camarero del bar de enfrente.
Finalmente los Bohemios llegan al Centro de Adultos Antonio
Gala. La puerta es pequeña y Paco debe entrar a la Prado Yacente de rodillas. Se
hace un silencio, todos aguantan la respiración, para que no roce el marco de
la puerta, y no se despierte aún Prado. Pero todo va bien, y entra con
facilidad. Una vez dentro del Salón de Actos del Centro, Javier ya tiene preparada una silla para depositar a Prado, y que todo feligrés pueda verla. Y… es ahí, cuando a mi se me
saltan las lágrimas, y disparo una fotografía que dará la vuelta al mundo. El
resultado, es este.
La Prado Yacente. |
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